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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Una noche larga

-¡Circe! Ahora no, ¡Porfavor! ¡Arriba!- tirré de la cuerda

-¡Ana! ¡Tranquila, el veterinario llegará en cinco minutos!- ¡Cinco minutos es demasiado tiempo...! Me desplomé en el suelo

-Circe...- La yegua comenzó a toser, y a respirar con mayor dificultad, mi acerqué a ella, tenía sangre en los ollares- ¡No!- Comenzaron a caer lágrimas por mis mejillas- te pondrás bien chica...- De repente, vi como unas luces iluminaban la puerta del granero, y después se apagaban, mientras escuchaba de fondo el sonido de la llave, ¡el veterinario había llegado!, él entró rápidamente al granero y me aparté de la yegua, se acercó a ella.

-¿Qué ha pasado?

-Escuché sus relinchos... y me desperté vine corriendo y respiraba muy fuertemente, no soy capaz de hacer que se levante....

-Tiene sangre en los ollares... uff....- dijo de manera pesimista

-Ana, ven entra en casa...- mi madre me llevó dentro de casa y me dio unas galletas mientras me decía que todo saldría bien... el veterinario consiguió que la yegua se levantara y dijo que solo había que darle un medicamento en polvos más unas pastillas, y mantenerla atada, que era por haber comido algo con "noseque", una cosa rara que no pueden comer los caballos, en resumen, que tenía que vigilar que comía la yegua, espolvoreé el medicamento en polvo en una rebanada de pan de molde y melaza y añadí la pastilla, la doblé y se la di, estuve con ella toda la noche, hasta que mi madre vio que me había quedado dormida dentro de su cuadra....

Cuando me desperté, Circe estaba de pie, me estaba mirando.

-¡Hola gordita, ¿estas mejor?- Circe resopló y sacudió la cabeza- ¿Eso es un si?- me reí un poco y abracé su cuello, la desaté y fui a andar un rato con ella, cuando volvimos a la cuadra la di otra vez el medicamento y la dejé atada de nuevo.

Una semana más tarde, el veterinario le hizo una revisión a Circe.

-Está perfectamente, deberíais herrarla ya, y también hacerle el esquilado, este pelo de invierno aún no se le ha caído- dijo señalando el cuello de la yegua- un esquilado de caza no le iría mal- El veterinario se fue, y mi madre llamó a un herrero, que vendría a preparar a la yegua al día siguiente.

-¿Qué, vamos a hacer ejercicio? Un momento linda- fui hasta una zona del granero donde había postes y tablas pequeñas, fui hasta una finca bien grande y coloqué todo a modo de obstáculos de salto, había hasta 1,70 metros de altura, fui a la cuadra- ¡Buena chica!- cogí la mantilla azul y se la puse junto con su silla, también le puse protectores en las patas y le coloqué la cabezada, monté en ella y la llevé a el cercado de doma, calentamos e hicimos algunos ejercicios, después la saqué y la llevé a la finca grande, hice que galopara, un galope recogido, y me dirigí al primer obstáculo, salté unas vallas cruzadas pequeñas, y después fuimos al vertical de 1,40, acabamos yendo al último obstáculo, el muro, de 1,70, Circe, aceleró, escuché sus cascos golpear el suelo con impaciencia.- ¡Vamos Circe!- La yegua saltó, veía al enorme obstáculo comparado con la yegua, ella no podía ver lo que había detrás, pero confiaba en mi, y saltó. "No lo conseguirá" pensé, hasta que comencé a notar, como me acercaba al obstáculo, pero a la vez me alejaba, Circe levantó las patas traseras y las estiró, como si de un paso de alta escuela se tratase-¡Consigues eso después de una semana parada!- no entendía a la yegua, ¿como podía hacer eso?, la guardé en la  cuadra, y le di de cenar.

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